Para ser sincera estaba
leyendo un interesante artículo publicado en el número 109 de la Revista
Historia del Nacional Geographic, titulado “Espías y Agentes Dobles durante la
Edad Media”. Y en el venía la ilustración de una carta cifrada al embajador en
Londres y me ha despertado la curiosidad, puedes leer la versión online
pinchando en este enlace
Me he acordado del
Discurso de Ingreso a la Real Academia de Filatelia de Gaspar Martínez Llorente, con una
gran trayectoria en la que destaca su labor investigadora para el Museo Postal,
el 18 de octubre de 2010 y que se titulaba “La Interceptación de la correspondencia: una aproximación
histórica”.
En el hablaba de los
esfuerzos de los países para interceptar la correspondencia de los otros países,
creando los gabinetes negros.
Frente al esfuerzo de la
otra parte para que no interceptaran los mensajes o al menos no pudieran
leerse, creándose la criptografía.
Pero volviendo al artículo
de la Revista Historia, en ella el autor del artículo, Eduardo Juárez Valero,
Doctor en Historia, indica que “a finales del siglo XV, el embajador de los
Reyes Católicos en la corte inglesa, Rodrigo de Puebla, puso en práctica un
sistema de comunicación cifrada, en el que determinadas palabras se sustituían
por números que podían descifrarse mediante una clave. En 1491, Isabel la
Católica le escribió una misiva usando esa clave”.
Carta de los Reyes Católicos a De la Puebla enviada a la Embajada en Londres.Imagen obtenida de maikelnai´s blog |
Como comprenderéis se
juntaban todos los ingredientes: cartas, espías, criptografía, para animarme a
investigar y compartir esta entrada del blog de la Sociedad Filatélica de
Madrid, con vosotros.
En el año 1495 los Reyes
Católicos envían a doctor Rodrigo González de Puebla, a Londres para negociar
el matrimonio de su hija, Catalina de Aragón, con el hijo de Enrique VII,
Arturo.
Matrimonio que duro muy
poco tiempo porque Arturo fallece. Catalina contrae matrimonio con Enrique
VIII, que llego a casarse 6 veces, y que para poder divorciarse de Catalina,
emancipo a la Iglesia de Inglaterra del Catolicismo, naciendo así el
anglicanismo.
Retornando de nuevo a las
cartas, cabe mencionar que las cartas diplomáticas no eran muy seguras ya que
cualquiera podía abrirlos y leerlo, como hizo el Rey escocés, Jaime IV, que así
descubrió que España estaba dando la orden a sus enviados para que le dieran
falsas esperanzas y casarle con una infanta española.
Como he mencionado
anteriormente para evitar que las cartas pudieran ser leídas por otros, se
usaba la criptografía, es decir, mensajes cifrados. Pero en aquella época la
criptografía no estaba muy desarrollada.
La criptografía en época
de los Reyes Católicos supuso un cambio y los criptogramas se van complicando frente
a la sencillez de los mensajes cifrados en época medieval, eso hizo que en
ocasiones fuera difícil que el destinatario pudiera interpretar correctamente
la carta al desconocer los códigos
El método más sencillo
consistía en reemplazar algunas palabras por números romanos, pero el código se
modificaba y se fue complicando, y en ocasiones palabras cortas como mar se
escribiese como MCCCCLXXXVIII.
Desde Madrid se quejaban
porque muchas veces no tenían el código actualizado y en muchas ocasiones no
podían entender el mensaje.
Esto motivo que se
escribiera una misiva real a Doctor de la Puebla, en que irónicamente le agradecían
que codificara la cartas y mucho más que les enviara el libro de códigos.
Tradicionalmente la
correspondencia cifrada entre De la Puebla y los Reyes Católicos se ha
considerado como la precursora de la criptografía del periodo moderno en la Península
Ibérica.
Los Reyes Católicos
también mantuvieron correspondencia cifrada con otras personalidades como Diego
de Muros, Garcilaso de la Vega, Gonzalo Fernández de Córdoba, etc.
Son múltiples las misivas
que se han conservado entre los reyes y las legaciones diplomáticas.
En el Archivo General de
Simancas se conserva la clave de la Puebla con más de 2400 palabras.
En el siglo XVI se empleo
también la criptografía para enviar las cartas pero esa es otra historia que
otro día contaré.
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